Las políticas y restricciones instituidas como reacción al Covid-19 han perturbado nuestras vidas de muchas maneras: económica, emocional y físicamente. Se trata de un virus que se propaga con más facilidad que otros, por lo que las posibilidades de infección son altas, pero la mayoría de las personas con sistemas inmunitarios fuertes sólo presentan síntomas leves si se contagian. El peligro es principalmente para ancianos y personas con problemas de salud.


Sin embargo, la constante cobertura de los medios de comunicación ha hecho que todo el mundo, incluso las personas sanas, tenga miedo de este virus. Además, nos han quitado muchas de nuestras libertades. Esta combinación de miedo e incertidumbre ha provocado una inmensa cantidad de estrés que es muy peligroso para nuestra salud. Las investigaciones han demostrado que el estrés es un factor importante en las enfermedades del corazón, los problemas digestivos, los trastornos autoinmunes, el dolor crónico y muchas formas de cáncer. El estrés aumenta la presión arterial, debilita el sistema inmunitario y acelera el proceso de envejecimiento. Tenemos que curar el exceso de estrés que hemos tenido que soportar en los últimos dos años, y el primer paso es entender de dónde viene.

El estrés se fundamenta en nuestro instinto de supervivencia. Como todos los demás animales, los seres vivos están programados para responder ante situaciones amenazadoras con un sistema de respuesta de emergencia llamado “Lucha o Huida”. Esta reacción automática prepara a nuestro cuerpo para, o bien luchar contra un peligro o amenaza con todas nuestras fuerzas, o bien huir de él a toda velocidad. Y funciona así: cuando tu cerebro detecta peligro, libera una ola de adrenalina y cortisol en el flujo sanguíneo, y estas sustancias químicas provocan una poderosa reacción física: se eleva la presión sanguínea, se tensan los músculos, la respiración se hace superficial y rápida, se detiene la digestión, el sistema inmune se reprime y todos los sentidos se ponen en alerta total. Esto revierte el ritmo regular de tu cuerpo, que normalmente te mantiene sano empleando el 90% de tu energía en el crecimiento y la renovación. La Lucha o Huida apaga todas estas funciones vitales y dirige casi toda tu energía hacia enfrentarte a lo que el cerebro percibe como una emergencia.

Este mecanismo temporal de defensa es crucial para poder sobrevivir en un entorno peligroso, pero si no se termina con rapidez causa un daño físico enorme que lleva a la enfermedad crónica en el cuerpo. La Lucha o Huida funcionaba de maravilla para nuestros ancestros, cuando se enfrentaban a situaciones de peligro para su vida como puede ser un animal salvaje y peligroso. Sus cuerpos se preparaban para pelear o correr, pero una vez que el animal se había marchado o sido dominado, la persona primitiva se relajaba... el miedo disminuía... la respuesta estresada se detenía... y su cuerpo volvía a su estado normal de crecimiento y renovación. La diferencia hoy en día es que la mayoría de las noticias que escuchamos se basan en el miedo, por lo que nos sentimos constantemente amenazados. El miedo es omnipresente en los medios de comunicación porque genera atención y aumenta los ingresos, y el Covid ha llevado esto a un nuevo nivel.

Llenar nuestra mente de pensamientos de miedo activa la reacción de lucha o huida. La razón es que nuestra capacidad para visualizar pensamientos ha evolucionado con mucha rapidez, mientras que nuestro sistema para enfrentarnos al peligro apenas ha cambiado. Somos capaces de crear imágenes mentales que parecen totalmente reales para la parte primitiva del cerebro que desencadena la reacción de lucha o huida, por lo que éste reacciona ante toda situación difícil como si estuvieses en peligro físico. Así, estamos constantemente encendiendo el sistema salvavidas de emergencia. El ejemplo perfecto de este problema es lo que sucede cuando las personas se preocupan de cosas que podrían o no suceder en sus vidas. Tus pensamientos preocupados sobre lo mal que podría ir una situación le parecen totalmente reales a la parte primitiva de tu cerebro. Así que reacciona como si el resultado negativo ya hubiese pasado, causando así la reacción de estrés. No en vano se dice que “preocuparse es el peor uso que se le puede dar a la imaginación”.

La buena noticia es que hay muchas formas demostradas de reducir el estrés y ayudar a gestionarlas con más elegancia. El ejercicio regular es una forma estupenda de reducir la respuesta de estrés del cuerpo. Cualquier cosa física que hagas de forma consistente funcionará: Yoga, Qi Gong, correr, ir al gimnasio, etc... Caminar en la Naturaleza reduce el estrés al combinar los beneficios del ejercicio con la relajante belleza de un entorno natural. Estar con amigos con los que puedes compartir tus sentimientos es reconstituyente y tranquilizador. Quizás, la más importante de todas, es la meditación, una poderosa práctica que puedes incorporar con facilidad a tu vida diaria. Muchos estudios han demostrado que la meditación reduce el estrés, y esto lleva a una mejora significativa tanto en la salud física como en la mental. Meditar durante tan solo cinco minutos al día es suficiente para calmar la mente, relajar el cuerpo y revertir el proceso del estrés... y es también el camino hacia un nivel más profundo de paz interior y una "nueva normalidad" positiva y llena de esperanza.