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Se calcula que en 2040 el consumo mundial de electricidad será más del doble, incluso el triple del actual, según algunos expertos. No sólo está creciendo la población mundial, sino que se nos está empujando a cambiar a los coches eléctricos. Hay más de 1,4 billones de coches en el mundo, 700 millones sólo en Europa y Estados Unidos…, ¿de dónde saldrá toda esta energía eléctrica adicional para cargar esos coches? Actualmente, la mayor parte de nuestra electricidad se sigue produciendo a partir de combustibles fósiles que contaminan enormemente el aire y el agua. Además, son una de las principales causas de otros peligros medioambientales como la lluvia ácida y el elemento humano del cambio climático. No es sólo el funcionamiento de las centrales eléctricas de combustibles fósiles lo que produce la contaminación, sino también la minería, la perforación y el procesamiento del carbón, el petróleo y el gas. No es realista pensar que podamos sustituir completamente los combustibles fósiles a corto plazo, pero es muy posible reducir su impacto aumentando nuestra dependencia de fuentes de energía limpias: eólica, solar y nuclear. Veamos estas alternativas para hacernos una idea de cuál es la mejor combinación para suministrar energía limpia fiable.
En términos de eficiencia, los aerogeneradores convierten aproximadamente el 20% de la energía eólica en electricidad y los paneles solares obtienen aproximadamente el mismo porcentaje de la luz solar. La energía nuclear ofrece una alta densidad energética, lo que significa que una pequeña cantidad de combustible nuclear produce una gran cantidad de electricidad. La longevidad es otro factor importante, y es que los gigantescos aerogeneradores tienen una vida útil de unos 20 años mientras que los paneles solares pueden durar hasta 25 años antes de tener que ser sustituidos. Las centrales nucleares más antiguas han permanecido en funcionamiento unos 60 años y las más nuevas están diseñadas para seguir funcionando incluso más tiempo. Otro aspecto a tener en cuenta es el impacto medioambiental sobre el uso del suelo. Las instalaciones solares y eólicas a gran escala requieren una gran cantidad de terreno, algo que se mitiga instalando paneles solares en estructuras existentes y construyendo turbinas eólicas en el mar. Por otro lado, una central nuclear utiliza relativamente poco terreno.
Cada tipo de energía limpia tiene sus pros y sus contras, pero el reto más importante al que se enfrentan tanto la eólica como la solar es el problema de la intermitencia. La energía solar depende obviamente de la luz del sol, lo que la hace inadecuada para regiones con una exposición solar limitada. Incluso en lugares soleados no es posible que la energía solar se produzca continuamente debido al tiempo nublado, las variaciones estacionales y, por supuesto, la falta de sol durante toda la noche. La energía eólica es una fuente impredecible porque la disponibilidad y la fuerza de los vientos pueden variar significativamente. El carácter intermitente de estas dos fuentes las hace inadecuadas para crear un flujo constante y fiable de electricidad en la red. Una solución es almacenar el exceso de energía cuando el viento o la energía solar son fuertes para que esté disponible cuando se necesite. El almacenamiento de energía en baterías es útil a pequeña escala para la energía solar en hogares y empresas, sobre todo en lugares soleados como Ibiza. Pero la tecnología de baterías aún no es viable para las grandes centrales que abastecen a la red eléctrica.
La solución obvia al problema es respaldar la energía eólica o solar con una fuente de energía constante que garantice un flujo continuo y fiable de electricidad. Esto es lo que se está haciendo en la mayoría de los países, pero la mayor parte de esa energía sigue procediendo de combustibles fósiles contaminantes. La energía nuclear parecería una respuesta mejor, ya que es una fuente limpia y eficiente que puede funcionar 24 horas al día, 7 días a la semana, proporcionando el suministro estable de energía que es esencial para una sociedad moderna. Sin embargo, la sustitución del carbón, el petróleo y el gas por la energía nuclear se topó con un obstáculo en 1986, a raíz del accidente de Chernóbil, en la Unión Soviética. La causa fue un viejo reactor mal diseñado y mal gestionado cuya trágica explosión mató a 31 trabajadores y propagó la radiación a una amplia zona alrededor de la central. En aquel momento se pensaba que muchas más personas podrían morir a causa de la radiación, pero en los últimos 37 años sólo un pequeño número de muertes pueden atribuirse directamente al desastre. Sin embargo, es posible que muchos más hayan sufrido la radiación. Este accidente provocó un miedo comprensible en la opinión pública, que fue suficiente para que muchos gobiernos occidentales redujeran o detuvieran sus programas nucleares.
Quizá haya llegado el momento de que esos países reconsideren si la energía nuclear moderna podría ser la forma más limpia y mejor de llenar los inevitables huecos en la red causados por la eólica y la solar. Los beneficios de la energía nuclear frente a los combustibles fósiles son evidentes, pero también hay preocupaciones realistas sobre la seguridad y la eliminación de los residuos nucleares. La industria nuclear ha aprendido valiosas lecciones del accidente de Chernóbil y del de Fukushima en 2011. Como ya se ha señalado, Chernóbil estaba mal diseñado y mal gestionado y Fukushima era una central más nueva, pero fue víctima de un terremoto masivo que provocó inmediatamente un tsunami. Los diseños avanzados de los reactores hacen que las centrales nucleares modernas sean mucho más seguras que sus predecesoras pues incorporan sistemas de seguridad pasiva que apagan automáticamente el reactor en caso de emergencia. Un excelente ejemplo de la seguridad de la energía nuclear moderna es Francia, que durante muchos años ha obtenido el 70% de su electricidad de centrales nucleares y nunca ha tenido un accidente grave.
La energía nuclear es una fuente de energía limpia y confiable
Otro reto de la energía nuclear es la eliminación de los residuos radiactivos que genera. El combustible nuclear gastado debe almacenarse de forma segura durante miles de años para evitar cualquier riesgo para el medio ambiente o la salud. Las centrales más modernas cuentan con avances tecnológicos que extraen energía adicional del combustible gastado, haciéndolo así menos peligroso. El almacenamiento se ha solucionado con el desarrollo de depósitos geológicos profundos que pueden albergar los residuos de forma segura en contenedores impenetrables.
En la actualidad hay más de 400 centrales nucleares en funcionamiento en el mundo; sin embargo, no se había construido ninguna nueva en Europa desde hacía 15 años. Esa sequía terminó este año, cuando Finlandia inauguró un reactor de última generación que le dará independencia energética durante muchas décadas. Francia tiene previsto construir al menos seis reactores nuevos, posiblemente hasta 14. El Reino Unido quiere reducir su dependencia del petróleo y el gas construyendo ocho nuevos reactores nucleares, invirtiendo lo que describe como “décadas de inversión insuficiente”. Sin embargo, otros países de Europa Occidental siguen congelados por los temores que comenzaron con Chernóbil. Un buen ejemplo es España, donde tenemos siete reactores nucleares que suministran alrededor del 20% de la electricidad del país, pero está previsto que todos se retiren en 2035. ¿Por qué algunos países renuncian a esta fuente de electricidad limpia y fiable? ¿Tiene sentido seguir utilizando combustibles fósiles para aumentar la eólica y la solar, o la energía nuclear ampliada es una alternativa mejor?